viernes, 1 de julio de 2016

Investigación Previa

Dulces Típicos de Puebla

Los dulces típicos de Puebla han sido desde la época Colonial considerados una verdadera delicia, incluso eran tan famosos que se construyó un edificio imitando en sus adornos a los alfeñiques (dulces de pasta de azúcar con aceite de almendra, de aquí que a este edificio se le llamara "la Casa del Alfeñique", una joya colonial.

Entre los dulces poblanos más conocidos están los polvorones, las obleas con miel, las pepitorias, los alfajores, las pepitas de calabaza, los buñuelos, los deliciosos borrachitos, entre muchos otros, pero sin lugar a dudas el más famoso es el camote.

Tras la llegada de los españoles a México se introdujeron diversos artículos tales como la caña de azúcar, ganado, entre otros; los dulces típicos poblanos surgen de la fusión de las culturas árabe, española e indígena.


Mitos sobre la creación del Camote

La primera cuenta que en un Pueblo, cerca de la Ciudad de Puebla, había un convento de monjas dedicadas a la enseñanza para niños. Cierto día, uno de estos ideó gastar una broma a una monja que tenía una olla al fuego. Para hacerlo cogió un camote, lo echó a la olla, lo revolvió con azúcar y lo batió para que se formara una masa que fuera difícil de quitar a la hora de lavar. Al poco rato llegó la monja, probó la revoltura y le gustó. De esta forma se hizo el dulce de camote.

La segunda versión cuenta que de Oaxtepec, (en el actual estado de Morelos), llegó una muchacha llamada María Guadalupe, con el fin de ordenarse en el convento de Santa Clara de Jesús. Cierto día, pensó enviarle un regalo a su padre, fue a la huerta del convento, recogió algunos camotes y los coció. Los revolvió con azúcar, raspadura de limón e hirvió todo hasta formarse una masa. La retiró de la lumbre, esperó a que se enfriara e hizo con ella dos cilindros de dos centímetros de diámetro por 15 de largo. Esperó a que se secaran, los envolvió con papel y los envió a su padre, iniciándose así una gran tradición.

La tercera versión, todas las monjitas de la época colonial, su sustento diario provenía de las donaciones que las personas acaudaladas de la época hacían a sus conventos. Sin embargo, lo que siempre existía a la mano, por lo barato de su precio, era el camote. Así que un día, un alto ministro de la iglesia católica, estaba a punto de visitar uno de esos conventos, y una novicia tuvo la genial idea de darle literalmente al visitante “camote” como postre.

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